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NOCTURNO UNO.-

Algo me posee, tal vez soy el abalorio de un dios maligno; el arleguín roto de un corazón de estalactita. Un río despiadado me tiene. Estoy dentro de una pupila. En vano golpeo los vidrios del aire. Es la noche. Está de nuevo su cabellera extendida como un ábano; como una bandera de luto flameando en el ártico. Yo elevo sonrisas, entonces, como campanadas en un blanco desierto; ellas alegran los álgidos pájaros del silencio. Sé que he resbalado hoy de un corazón pletórico, pero no me abriga el universo, los racimos de astros no me consuelan. La hermosura de la mirada del perro es la única llama, pequeña y dócil, en esta inmensa extensión lívida en donde yazgo. Tal vez, la pena, que incuba tantos abrazos, me envíe alguna vez una de sus olas vivientes y en su tibieza pernocte. Me clave su pletórico baile como en las selvas la mano del sol bulle y agita la verde sangre. Entonces diré que este hielo fiel ha quedado viudo... En esta fe mi corazón se ovilla como el último cordero.
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HOY.-

Recoger la tumbada hermosura. Que estuvo tirada demasiado tiempo. Y los relojes del fin dando sus inexorables pulsos. Madura la llaga, resbalarán los hijos de los cepos. Se aclimatarán las nuevas estrellas en los ojos. Huiremos de este pobre patio con sus grandes lágrimas negras diseminadas. Saldremos de esta triste esterilla macilenta cubierta por las guerras. Dejaremos al fin la tumba de los lirios que una vez nacieron adornando el paraíso. Se transformará todo conforme a la Belleza. Armonizarán las espumas del mar. No será extranjera la hoja divina. Cómodos se hallarán los otrora asustados pájaros. Rescatada habrá sido la despreciada tierra. Y he de tener parte en todo esto como la hierba.   19 de Agosto del 2005  

POEMA DE TIEMPO.-

  El gris rostro de la ciudad contemplo. Cruzo las aceras del infierno llenas de indiferencia. Mi alma sufre este exilio interminable. Catedrales que crecen entrepiedras me animan mostrándome sus manos verdes que resisten. Porque serán resucitadas. Algún azul se adosa a las ventanas turbias. de la ciudad grisácea. Mi pulso es mi centro, mi rítmico compás de hoy. Mañana será distinto mi yacer, mi vivir. No habrán despedidas. No se desgranarán en nuestras manos los amores convirtiéndose en fotografías. No habrá últimas miradas como trenes que se alejan. Cabelleras de atalayas habrán volado también. Quedarán sólo las huellas de mi incesante espera. El círculo hecho con mis pasos en el patio plomo del mundo. En esta urbe erizada donde los perros lumínicos lloran tras los muros. O en las interminables veredas. ¿Qué hay sobre el último pétalo tendido? En el venero del mar ¿ qué se esconde? El corazón lo sabe. Y se siguen recorriendo los mismos gestos de tierra. Viendo esos rostros tatuados

DEDUCCIÓN.-

La muerte repite la firma. En el más secreto escondrijo aparece su arabesco letal. Debajo de la rosa, en el finísimo poro que la luz repleta. En cada glorioso hijo del mar. En todas las mejillas que la brisa cándida besa. Su muesca oscura está indeleble. Aún en el sínodo luminoso de los astros perecibles. Y yo la leía. Pronto vendría a reclamar lo suyo. Bucles del cielo también hay; oleajes hacia arriba; risueñas pupilas celestes asoman en medio de la mortandad: Son avisos de la buena nueva. Para estos filos rodeantes están los pequeños paraísos que nos miran y consuelan. Es la rúbrica de la vida que coronará lo viviente. La enredadera de la esquina, tiene su secreta inmortalidad que la brota y la conforma. Como la esencia de mi acacia que la impulsa a volver. Son los restos y los inicios. Vive, corazón, por ellos.   2006      

EL EXTERMINIO.- (La moral de los años 50 )

En la hora del exterminio nací. Me acogieron llamaradas frías.Estaba preparado mi camino en bajada. Un aguacero continuo me esperaba y bajo él jugué vistiendo muñecas. Desde que me puse de pie ya estaba señalado donde y como debía poner el pie esclavo. No existía para mí el "yo quiero". Parecían mortajas pequeñitas mis vestidos de organza. Y yo extendía las manos y reía y quería ser princesa. Y era mi madre el astuto cancerbero y era la patria el patio del cancerbero. Solícitos vinieron los verdugos, algunos para desposarme. Querían estrujarme para sacar mis jugos como a otro limón desamparado. Y robarme el tiempo, el tiempo donde todo rema, donde crece y se extiende la copa vigorosa como la de los árboles frondosos. Las horas sagradas donde se escribe el poema me las querían quitar como asaltantes. Al servicio de la especie, me dijeron. Yo estaba al servicio de la  especie y mi razón de existir era acunar nuevos esclavos. Ni nombrar ser poeta a no ser que sea una vergüenza p

MI HERMANA, LA POETA.

ANA MARÍA VEAS GONZÁLEZ,  poeta de Valparaíso nació en Noviembre de 1947 y desde que conoció el ejercicio de escribir empezó a deleitar a sus padres con inocentes cuentos que encantaban a la familia. Ya en el colegio y con la guía de una hermosa profesora de castellano que vio en ella un diamante en bruto, pudo ir puliendo sus ideas para ponerlas en sus cuadernos adolescentes. Y, tempranamente, leyó y leyó a poetas españoles, latinoamericanos que influyeron en su amor, cada vez mayor, a la poesía. Ya en la Universidad de Chile, Pedagógico porteño, su obra creadora se fue dando a conocer en talleres poéticos, concursos universitarios e incluso internacionales. Su obra abarca, principalmente, la poesía, pero también el cuento de terror, eróticos, infantiles, místicos y numerosos ensayos. Desgraciadamente tuvo que sufrir el golpe de Estado, acá en Chile año 1973 y la Dictadura, perdiendo los años de estudiante de Filosofía y su salud... como muchos. Eso afectó, en lo material, sus posible